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47 La mujer, al verse descubierta, fue temblando y se arrojó a los pies de Jesús. Y allí, frente a toda la gente, le contó por qué lo había tocado y cómo en ese mismo momento había quedado sana.

48 Le dijo Jesús:

―Hija, tu fe te ha sanado. Vete tranquila.

49 Jesús estaba todavía hablando, cuando llegó alguien de la casa de Jairo, el jefe de la sinagoga, y le dijo:

―Tu hija ha muerto. No molestes más al Maestro.

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